En un desierto muy cálido, hace mucho tiempo, existía un
Dios de la Esperanza llamado Avaporu.
Este concedía milagros, por lo tanto la tribu Himba lo adoraba mucho.
Pero no era solo una tribu,
sino que había una tribu vecina a los Himba, llamada Hamer, que adoraba al
mismo Dios.
Una tarde de verano,
un indio de la tribu Himba, llamado Cazú, le quizo agradecer por un milagro que le había concedido. Por eso decidió construir una estructura
que representara a su Dios Avaporu. Esta misma estructura estaba hecha según su
imaginación. La mitad del cuerpo era grande y la otra parte era pequeña, con lo
cual quería significar mucha valentía.
El cacique de la tribu Himba decidió que esa misma imagen
del Dios se la ubique en un centro de adoración entre las dos tribus. La
tribu Hamer estuvo de acuerdo.
Pasó un tiempo y los problemas aparecieron entre las tribus
Himba y Hamer. Porque no querían compartir la estructura del Dios de la
Esperanza. En ese momento, el cacique de la tribu Himba, llamado Tupá, y el de
la tribu Hamer, llamado Zupaqui, decidieron luchar con una guerra tribal para
saber quién se
quedaba con la estructura del Dios.
Cada cacique avisó a su tribu. Ellos estuvieron de acuerdo
con lo que decidido por sus caciques. Entonces, al día siguiente, entrenaron para combatir en esa guerra tribal.
Luego de que cada tribu estuviera lista para luchar, se declaró
la guerra. Fue en un desierto cercano al lugar donde
vivían. Después de luchar con mucho
esfuerzo, la tribu Hamer logró alcanzar la victoria porque deseaban mucho la estructura de su Dios Avaporu.
Luego de ganar la guerra tribal, el cacique Zupaqui decidió
ubicar la estructura de Avaporu en centro de adoración de la tribu Hamer. Este
lugar se volvió especial porque, cada año, en la fecha que obtuvieron la estructura,
decidieron hacer una ceremonia recordando la lucha y la victoria de todos los
que pelearon por la imagen de su Dios.
Por Diamela Toller, 2 B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario