Hace mucho
tiempo había un gigante, llamado Azul. Era un poco deforme porque tenía una
enfermedad muy rara. Por eso nadie lo
quería.
El gigante
era muy solitario, nunca salía de su casa y nunca hablaba con nadie, siempre
estaba solo.
Un día, el
gigante Azul bajó porque escuchó unos gritos y carcajadas de unos niños, por curiosidad empezó a perseguirlos hasta que llegó a un lindo jardín de flores con
un hermoso cactus donde los pequeños estaban jugando.
Entonces los
niños se dieron cuenta y lo invitaron a jugar, Azul aceptó y jugaron por todo un rato y así por
el resto de los días de la primavera y del
verano.
En otoño
todos estaban muy alegres jugando en el
jardín, e incluso asieron una ronda el
rededor del cactus para cantar.
Pero cuando llegó
el invierno, los vientos soplaban con
tanta furia que se congelaba todo que
había alrededor. Sin embargo, el gigante
fue al lugar donde jugaban siempre y esperó y esperó…
Pero los
niños se habían olvidado del pobre gigante. Azul se entesteció mucho, se
fue fue a su casa.
Cuando llegó
la primavera, los chicos fueron a jugar y se acordaron de él y se entristecieron
mucho porque no estaba. En ese momento quisieron pedirles disculpas y que vuelva a jugar con
ellos, pero había un problema, no sabían dónde quedaba la casa de Azul
Entonces decidieron que iban a buscar por todo el pueblo, pero no lo pudieron
encontrar.
Muy tristes, los chicos se fueron a sus casas, menos uno ellos: Javier, uno de los amigos de
Azul. En aquel momento decidió ir a investigar un camino que llevaba a una montaña.
Él decidió ver que había allí y cuando llegó vio la casa
del gigante. Entonces fue a avisarle a los demás para poder hablar con
Azul.
Los chicos
fueron hasta donde llevaba el camino y
hablaron con Azul y solucionaron el problema. Así volvieron a jugar todos juntos en el
jardín.
Por Jimena Nieto, 2 B.
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