lunes, 17 de diciembre de 2012

Sola y su alma



Había una vez una mujer llamada Soledad que estaba sentada sola en su casa, muy triste ya que estaba sola en el mundo.
Estaba sola porque unos meses atrás sucedió algo horrible: “el fin del mundo”. Las personas murieron ya que no pudieron hacer nada para salvarse de la horrible catástrofe. Soledad se había salvado porque a ella le gustaba mucho todo sobre la tecnología y la supervivencia.
Cuando Soledad se enteró de los comentarios sobre “el fin del mundo”, lo tomó muy enserio y empezó a advertirles a los demás que muy pronto se vendría la peor catástrofe: “el fin del mundo”. Pero todos en su pueblo pensaron que estaba loca y nadie le prestó atención.
Ella, muy enojada, volvió a su casa y  empezó a crear los planos del túnel que la iba a salvar la vida. A Soledad le llevó más o menos un día para realizar los planos.
Al otro día, a primera hora de la mañana, Soledad (un poco enojada porque nadie le había creído), comenzó su trabajo de cavar y cavar para hacer su refugio. Este estaba quedando muy bien, pero le llevaba mucho esfuerzo. Hasta que estuvo terminado. Después de varias semanas, estuvo listo. 
Nadie entendía qué era ni para qué servía. Solo ella lo entendía su trabajo.
Fue hacia su casa, prendió la tele y, en el canal de noticias, hablaban de "el fin del mundo". Ella, muy asustada, tomó las cosas de la casa que necesitaba para sobrevivir y fue a refugiarse al túnel.
Allí, Soledad, muy cansada, se tomó un tranquilizante y durmió 5 semanas muy profundamente. Cuando despertó, estaba muy mareada. Salió del túnel y vio que no había nada, absolutamente nada y que estaba sola: no había nadie. Entonces se puso muy triste, porque se dio cuenta de que "el fin del mundo" ya había pasado.
Soledad, muy triste, volvió al túnel y se sentó a pensar que sería de ella estando tan sola en un mundo tan grande. Fue en ese momento cuando, de repente, sus cosas comenzaron a moverse. Ella, muy asustada, salió corriendo del túnel y se fue lejos a pensar y de pronto escuchó una voz que le decía “Soledad, estamos  acá, pero no nos puedes vernos por eso movemos los objetos. Para que sepas que estamos acá".
Ella, pensándolo bien, decidió entonces que era mejor matarse para no estar sola. Prefería morirse y estar con los espíritus a estar sola en el mundo. Pero cuando estaba por matarse, se despertó locamente y muy asustada. Ahí se dio cuenta de que todo era un mal sueño, salió corriendo hacia afuera y vio que todos los de su pueblo estaban vivos. Muy feliz fue y los abrazó y luego les contó a los demás cómo fue su loco sueño.
Al final, todos felices y contentos, siguieron realizando su vida normal junto a Soledad.
Por Milagros Siandra, 2 B.

Cuentos de extraterrestres, duendes y ...: Los Gigantes


Había una vez un gigante llamado Gancha que estaba rodeado de objetos y muy pensativo con su cara chiquita y sus pies grandes. Él se sentía triste porque estaba solo, sin amigos ni nada, pensando que nadie lo quería porque era raro. Pero pensó que lo iban a ayudar, así que se alegró. Aunque la ayuda nunca llegó.                                                                                    
Un día, el sol empezó a quedar negro y el gigante Gancha miró y pensó que era un eclipse. Pero después miró bien y vio un platillo volador. En el momento que bajaron se asomó y observó con atención: habían unas personas raras. Él quedó pensando que eran de su especie y que lo iban a llevar a su planeta real. Así fue.
Pero cuando Gacha se subió a la nave, esta se descompuso por eso tuvieron que quedarse hasta que la arreglaran. Mientras tanto, Gacha le iba a mostrando a los otros gigantes el lugar, para no dejarlos incómodos. Una hora después de arreglada la nave, finalmente se fueron. Volaron durante 10 horas hasta que llegaron a su planeta.
Cuando se bajó, él lloró de la alegría porque había muchos gigantes igual esa él. Al rato se acostumbró al planeta nuevo y un trabajo consiguió. Luego de 3 años, él se casó, muy feliz de la vida. Tan alegre estaba que un parque recreativo creó para que sus niños jueguen y se diviertan. Al día siguiente, lo inauguró ganando mucha plata,tanta que un castillo se compró. 
Lamentablemente, al mes se enteró de que tenía cáncer así que heredó a sus hijos toda su plata para que pudieran vivir felices por siempre. Pero él pensó que, antes de morir, quería volver al planeta que una vez fue su hogar. Y así fue.
Cuando llegaron al planeta, él muy contento se puso, aunque a su familia el lugar no le gustó. Por eso se los mostró bien (les mostró todas las cosas nuestras) y entonces les encantó. Ellos, cuando volvieron a su planeta, se encontraron con una sorpresa: un abrazo de todos los gigantes hacía Gancha. Así Gancha, muy contento, se murió.
Por Kevin Rigoni, 2 B.

Cuentos de extraterrestres, duendes y ...: El Gigante Solitario


Hace mucho tiempo había un gigante, llamado Azul. Era un poco deforme porque tenía una enfermedad  muy rara. Por eso nadie lo quería.
El gigante era muy solitario, nunca salía de su casa y nunca hablaba con nadie, siempre estaba solo.
Un día, el gigante Azul bajó porque escuchó unos gritos y carcajadas de unos niños, por curiosidad  empezó a perseguirlos hasta que llegó a un lindo jardín de flores con un hermoso cactus donde los pequeños estaban jugando.
Entonces los niños se dieron cuenta y lo invitaron a jugar, Azul aceptó y jugaron por todo un rato y así por el resto de los días de la primavera y del verano.
En otoño todos estaban muy alegres jugando en el jardín, e incluso asieron  una ronda el rededor del cactus  para cantar.
Pero cuando llegó el  invierno, los vientos soplaban con tanta furia que se congelaba todo que había alrededor. Sin  embargo, el gigante fue al lugar donde jugaban siempre y esperó y esperó…
Pero los niños se habían olvidado del pobre gigante. Azul se entesteció mucho, se fue fue a su casa.
Cuando llegó la primavera, los chicos fueron a jugar y se acordaron de él y se entristecieron mucho porque no estaba. En ese momento quisieron pedirles disculpas y que vuelva a jugar con ellos, pero había un problema, no sabían dónde quedaba la casa de Azul
Entonces decidieron que iban a buscar  por todo el pueblo, pero no lo pudieron encontrar.
Muy tristes, los chicos se fueron a sus casas, menos uno ellos: Javier, uno de los amigos de Azul. En aquel momento decidió ir a investigar un camino que llevaba a una montaña. 

Él  decidió ver que había allí y cuando llegó vio la casa del gigante. Entonces fue a  avisarle a los demás para poder hablar con Azul.
Los chicos fueron hasta donde llevaba el camino y hablaron con Azul y solucionaron el problema. Así volvieron a jugar todos juntos en el jardín. 
Por Jimena Nieto, 2 B.

Cuentos de extraterrestres, duendes y gigantes: Gigant Samaa


Gigant Samaa era un gigante de cuatros metros, con piernas del tamaño de un eucalipto y  brazos largos como un pino. Vivía en una isla desierta. Sus únicos amigos eran un cactus y el sol
Un día Gigant decidió ir a jugar con sus dos amigos. El pequeño, con mentalidad de un chico de nueve años y el cuerpo de un gigante, fue hacia su lugar preferido, la roca, donde se sentaba junto con sus amigos, cactus y solcito.
Se sentó en su querida roca mirando a su amarillo amigo, el sol, luego giró su mirada hacia su amigo verde y peligroso a causas de sus pequeñas espinas. Los miró por largos segundos hasta que decidió romper el hielo.
Ustedes no pueden entenderme- dijo el gigante con una lágrima corriendo por su mejilla.
Tenía la mirada triste y fija en sus dos amigos, esperaba una respuesta, pero en el fondo sabía que ellos dos no podían entenderlo ni contestarle. Se sentía solo y angustiado, quería una compañía capaz de escucharlo, abrazarlo y entenderlo.
Ya cansado, Gigant se paró para retirarse pero una voz lo detuvo. Sí, su queridísimo amigo verde le habló. Gigant levantó sus cejas sorprendido, no esperaba que sus amigos le hablaran, era algo inentendible que, a la vez, le producía una felicidad inmensa. El cactus le había preguntado algo que lo descolocó por completo: 
- ¿De enserio piensas que no podemos comprenderte?- preguntó el cactus mirándolo fijamente. 
Vos sos una planta- dijo el gigante señalando a su amigo verde- y vos, un sol – dijo esta vez señalando a su amigo amarillo. 
- Eso no quiere decir que no tengamos sentimientos ni podamos escucharte- dijo el amarillento sol. Gigant se quedó mirando a sus dos amigos buscando una repuesta más comprensible. 
Pero… No entiendo… Ustedes  ¿pueden escucharme? ¿Pueden hablar? – preguntó el gigante desconcertado. 
¿Qué te acabamos de decir? Tonto, ¿no comprendes? – preguntó a su vez su amigo verde acompañado con una pequeña carcajada de parte de los dos.
-    - Sí, entiendo, pero todavía no lo puedo creer – dijo el gigante emocionado. 
    Gigant desde muy pequeño, siempre, vivió solo. Sus padres habían desaparecido como por arte de magia. Desde ese momento, el gigante con tan solo tres años creció solo. Luego, con nueve años, el gigante salió por primera vez de su cueva viendo así el mundo real. No veía a nadie, era solo él y el sol. Caminó por un sendero de selva y en ese momento notó que el sol lo seguía a donde él iba, caminó aún más rápido para tratar de perder a la esfera amarilla. Aumentó aún más la velocidad mirando hacia atrás notando que al fin había podido librarse de esa cosa amarilla, pero la suerte no estaba de su lado ese día... A causa de que el muy torpe estaba mirando hacia atrás y corriendo a gran velocidad, no fue capaz de notar que una roca estaba frente a su camino. Dirigió su mirada hacia adelante pero ya era tarde, cayó al suelo provocando así un gran salto en las palmeras que estaban allí. Inmediatamente, se levantó avergonzado de su torpeza, levantó la vista y vio la roca que provocó su dura caída, se acercó a esta y vio una figura verde y espinosa, algo raro para él ya que no conocía el mundo real. Se acercó lentamente y temeroso levantó una de sus enormes y pesadas manos tocando a la figura verde y a la misma vez pegando un grito, ya que las puntiagudas espinas lo pincharon. Luego, furioso con esa figura verde, levantó su mirada hacia el cielo viendo allí a su queridísimo “amigo” amarillo. No entendía porque esa esfera amarilla lo seguía, hasta que pensó que, sólo tal vez, él quería ser su compañero. Así pasaron meses y la esfera amarilla, el gran gigante y la extraña figura verde se hicieron muy amigos. 
    Esa tarde, el gigante y sus amistades pasaron la tarde juntos, conversando felices. El pequeño gigante no paraba de hacerles preguntas a sus amigos aprovechando la oportunidad de que ellos podían entenderlo. La tarde pasó volando. Se fue haciendo de noche. El primero en despedirse, obviamente, fue el pequeño (pero no tan pequeño) sol; luego, Gigant se despidió de su amigo verde. Caminó por el mismo sendero que lo conducía asía su casa.
     Ya por la mañana, Gigant se levantó y lo primero que hizo fue ir a visitar a sus amigos. Salió hacia afuera y notó que su amigo amarillo no estaba. En el cielo presentaba una imagen no muy linda, nubes grises abundaban el maravilloso cielo azul amenazando con la caída de una fuerte tormenta. Y, como por arte de magia, la angustia volvió al pequeño gigante. No ver a su amigo amarillo como todos los días lo ponía triste. Enseguida corrió hacia la roca esperando ver allí a su amigo verde, corrió lo más fuerte que podía hasta llegar hacia su destino, miró la roca y luego pasó su vista hacia el lugar de su amigo verde, pero tampoco lo halló allí. Una vez más sus ojos se llenaron de lágrimas saladas y frías. No podía creer lo que le estaba pasando, era imposible que sus amigos hubieran desparecido como si nada.
     Y, como todas las noches, se le vino la imagen de sus padres abandonándolo… Otra vez lo dejaban solo, una vez más tenía que llorar, una vez más sentía morirse, una vez más sentía la soledad. Eso, la soledad, su mayor miedo era ese, quedar solo toda la vida. No podía imaginar una vida feliz con sus amigos y sus padres, la soledad siempre estaba en ventaja y no lo dejaba avanzar ni ser feliz.
     Ahora todo era más raro, como por arte de magia estaba en un lugar desconocido para él, aunque no demoró mucho tiempo en notar que era el centro de la selva. Él había aparecido ahí sin haber movido ni un solo pie. Todo era desconcertarte. Estaba ahí, en el medio de la selva, con las lágrimas a flor de piel y la lluvia pegando en su cara, era y no era, estaba y no estaba y… despertó. Sí, todo fue un sueño, mejor dicho una pesadilla. Gigant se despertó sobresaltado con lágrimas en sus ojos y un nudo en la garganta. Fue la pesadilla más horrible que tuvo en toda su vida. 
      Y así, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, salió corriendo de su “casa” en busca de sus amigos. Entre tropezones y desesperación corrió lo más fuerte que pudo. Llegó a la roca, cerró los ojos lo más fuerte que pudo, pestañeó tres veces y los abrió rogando que sus amigos estuvieran ahí. Y si ahí estaban, sintió que el corazón le latía a mil por hora de la felicidad, por un momento pensó que se moría, pero ahí estaban ellos sonriendo extrañados al ver sus lágrimas. 
      - Gigant, ¿Qué sucedió? – preguntó el cactus.
      - Nada, estoy bien – dijo el gigante, no quería que sus amigos se pusieran mal por él.
      - Y ¿Por qué llorabas entonces? – preguntó esta vez su amigo sol. 
      - No, por nada, es que me pone feliz verlos y saber que puedo tener una buena conversación con ustedes – dijo Gigant riendo y fue acompañado luego por sus amigos.
      Y  así Gigant tuvo un final feliz, donde pudo ganarle a la soledad, a la tristeza y la angustia. Por fin sentía que algo en su vida salía bien, que podía ser feliz, gracias a sus dos amigos.  La vida puede dar miles de vueltas, pero creo que siempre está destinada a tener un final ¡Feliz!, y… recuerden, “no todo es lo que parece”.
Por Mica Miño, 2 B.

Cuentos de extraterrestres, duendes y gigantes: El dios Avaporu



En un desierto muy cálido, hace mucho tiempo, existía un Dios de la Esperanza llamado Avaporu. Este concedía milagros, por lo tanto la tribu Himba lo adoraba mucho.  
Pero no era solo una tribu, sino que había una tribu vecina a los Himba, llamada Hamer, que adoraba al mismo Dios.
Una tarde de verano, un indio de la tribu Himba, llamado Cazú, le quizo agradecer por un milagro que le había concedido. Por eso decidió construir una estructura que representara a su Dios Avaporu. Esta misma estructura estaba hecha según su imaginación. La mitad del cuerpo era grande y la otra parte era pequeña, con lo cual quería significar mucha valentía.
El cacique de la tribu Himba decidió que esa misma imagen del Dios se la ubique en un centro de adoración entre las dos tribus. La tribu Hamer estuvo de acuerdo.
Pasó un tiempo y los problemas aparecieron entre las tribus Himba y Hamer. Porque no querían compartir la estructura del Dios de la Esperanza. En ese momento, el cacique de la tribu Himba, llamado Tupá, y el de la tribu Hamer, llamado Zupaqui, decidieron luchar con una guerra tribal para saber quién se quedaba con la estructura del Dios.
Cada cacique avisó a su tribu. Ellos estuvieron de acuerdo con lo que decidido por sus caciques. Entonces, al día siguiente, entrenaron para combatir en esa guerra tribal.
Luego de que cada tribu estuviera lista para luchar, se declaró la guerra. Fue en un desierto cercano al lugar donde vivían. Después de luchar con  mucho esfuerzo, la tribu Hamer logró alcanzar la victoria porque deseaban mucho la estructura de su Dios Avaporu.
Luego de ganar la guerra tribal, el cacique Zupaqui decidió ubicar la estructura de Avaporu en centro de adoración de la tribu Hamer. Este lugar se volvió especial porque, cada año, en la fecha que obtuvieron la estructura, decidieron hacer una ceremonia recordando la lucha y la victoria de todos los que pelearon por la imagen de su Dios.

Por Diamela Toller, 2 B.                              

Cuentos de extraterrestres, duendes, gigantes... El enano enamorado

Había una vez un enano llamado Nialfre que vivía en un bosque lejano, en Sprinfield. Un día, yendo a su trabajo, conoció a una hermosa pitufa rosada llamada Aiyea.
Él estaba deslumbrado por su belleza... En ese momento, Aiyea se dio vuelta y vio que él la miraba fijamente. Por eso se acercó y le dijo: "Hola". Pero el enano se puso nervioso y empezó a tartamudear.
Al día siguiente se volvieron a encontrar en el mismo lugar. Nialfre juntó todo su coraje y se animó a declararle su amor. Ella le dijo que sí.
Pasó el tiempo, se casaron y tuvieron mellizos. Uno se llamó Taka y el otro Gaspi. Y vivieron felices por siempre.
Por Ayelen Stempelatto y Ailen Combis, de 2 A.

Cuentos de extraterrestres, duendes y gigantes (esto es un cuento breve)

Hace muchos años, los selenitas habitaban la luna.
Luego decidieron bajar a la tierra en busca de humanos. Pero los seres humanos, al ver a los selenitas, empezaron a correr y pensaron que eran unos monstruos.
Hasta que un día los selenitas pudieron hablar con los humanos y explicarles que no eran monstruos, sino unos extraterrestres que venían de la luna.
Los seres humanos entendieron que, aunque eran diferentes, no eran malos y les dijeron que podían ser amigos.
Por Judith  Rodríguez, 2 A.

Seres asombrosos: PD.

Revisando papeles observo que han quedados seres asombrosos sin publicación. Ahí van:
El Melca es un hombrecito observador que vive en el espacio. Es de color gris y verde,  su cara es redonda, su cabeza es más grande que su cuerpo. Sus ojos son chicos, de color rojo, y su nariz es redonda. 
Es arisco, y una persona mala. Se maneja solo. Tiene platos voladores que no se ven (solamente él los puede ver).  Siempre se enoja de nada. Es de discutir por todo. Y, nunca, tiene piedad con nadie.
Por Mirta Batalla, de 2 B.

Eso no es cierto.
Melca es una hada muy buena, cariñosa, simpática y divertida. Es petiza, gordita, tiene ojos verdes, pelo negro y enrulado y piel blanca. Usa un vestido de color azul con detalles plateados y zapatos también azules. Tiene una estrella coronando el extremo de su varita, de color plateada.
Lo que más le gusta es cumplir deseos, comer chocolates, todo tipo de dulces y volar por encima de los árboles.
Vive en una caja de cristal muy pequeña.
Por Agustina Losco y Paula Martínez, 2 A.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Cuentos de extraterrestres, duendes y gigantes: Los selenitas

Los selenitas, extraterrestres, bajan mutuamente a la tierra, pero sólo sus cabezas.
Un día, decidieron bajar sin precaución. 

Fueron vistos por dos niños, los cuales fueron corriendo a sus casas para contar lo sucedido.

Luego de un rato, el barrio se enteró de la noticia. Pero nadie les creía a los niños. Decidieron llevar a todo el barrio al lugar donde habían visto a los selenistas. 
Cuando todos llegaron, los selenitas se habían ido.
- ¡Qué mal! - dijo uno de los niños

Afligidos por no poder verlos, decidieron seguir jugando. Mientras los niños jugaban, los selenitas decidieron volver al espacio, su hogar.
Desde ese día no volvieron a bajar.
Los niños aún esperan su regreso.

Por Paula González, de  2 A

Cuentos de extraterrestres, duendes y... El gigante

Hace mucho tiempo, en la ciudad de Corrientes, Posadas, toda la gente estaba muy tranquila haciendo sus cosas pero no sabía que, desde el espacio, en el planeta Mercurio, la estaban pasando muy mal porque no decidían quién iba a venir a la Tierra ni si iban a causar caos y desastres. Entonces se enojaron porque uno había robado una nave y se había venido a la Tierra sin la autorización de los demás.
Luego, cuando ya había pasado la capa de ozono, los científicos se reunieron y llamaron a los profesionales para poder saber qué era eso que venía en la nave espacial. Pero un científico dijo:
- ¡Con nosotros no alcanza!
En ese instante se decidió llamar al gobierno, los militares, los policías y los más capacitados en naves espaciales. Toda la ciudad de Corrientes, Posadas, había quedado en silencio. Solamente estaban los profesionales y los otros expertos mencionados.
Cuando la nave espacial había aterrizado, todos estaban decididos a morir para salvar a su ciudad. Cuando se abrió una puerta de la nave espacial, salió un enorme gigante. Él no les iba a hacer nada ya que había venido a la tierra para conocerla. Estaba muy confundido. Cuando se bajó de la nave espacial, dieron la orden de dispararle. Entonces los demás lo llenaron de balas pero no le hacían nada porque tenía como un escudo que lo protegía de cualquier cosa. El gigante se enojó y, cuando se enfureció demasiado, preparó sus enormes garras; el cabello le quedó todo como chusas; los dientes muy grandes y filosos, preparados para masticar a alguien...

El gigante empezó a hacer un desastre increíble por toda la ciudad, iba destruyendo todo a su paso: edificios, casas humildes y todas las calles.
En el momento menos pensado llegó otra nave espacial con su esposa. Ella se habían enojado con el gigante por lo que había hecho: primero, irse sin permiso y, después, un desastre increíble en la ciudad. Entonces, lo agarró del cabello y lo metió en la nave espacial para que fuera a su casa otra vez a buscar materiales para reconstruir todo de nuevo.
Cuando llegó de vuelta con los materiales, la esposa le dijo que construyera de nuevo todo lo que había dañado. cuando terminó, la esposa le dijo:
- ¿Cómo se dice?
Y el gigante respondió:
- Perdón por todo lo que destruí.
Se subieron a la nave y se fueron otra vez para Mercurio y las personas estaban muy contentas por lo que había hecho la giganta.
Por Lucas Fariñón, de 2 B