Sobre el mismo comienzo, los chicos de 3 "B" pensamos varios finales. Acá van algunas de nuestras ideas:
El tiempo que se perdió.
El
tiempo no dura siempre lo mismo. Una noche puede ser más corta o más larga que
otra noche de igual número de horas. El que no me crea, que se lo pregunte a un
farmacéutico de apellido Coria, que vive en Rosario. Y eso no es todo: el
presente pude empalmar, en cualquier descuido, con el pasado y, a lo mejor, con
el futuro.
Eso
dije hace años a la gente de toda la ciudad y, en seguida, ellos fueron a preguntarle al farmacéutico. Pero
cuando llegaron Pepe y Majo no lo encontraron por ningún lugar. Volvieron al
otro día, que en realidad era ayer, y tampoco lo encontraron.
Pasaron
tres días y regresaron allí. Fue de repente que apreció detrás de un árbol,
rápidamente los chicos le preguntaron:
- ¿Qué pasó?
El
farmacéutico sólo respondió que el aire se lo había llevado hacía unos minutos
y que, de pronto, lo había traído de vuelta.
Desde
ese momento, Coria quedó mudo. Jamás nadie pudo preguntarle de nuevo qué fue lo que en verdad pasó aquel extraño día, que en realidad es hoy.
El viaje al pasado.
El tiempo no dura
siempre lo mismo. Una noche puede ser más corta o más larga que otra noche de
igual número de horas. El que no me crea, que se lo pregunte a un farmacéutico
de apellido Coria, que vive en Rosario. Y eso no es todo: el presente puede empalmar,
en cualquier destino, con el pasado y, a lo mejor, con el futuro.
Yo lo sé porque,
cuando fui de visita a la casa de mis abuelos, en Rosario, acompañé a mi
abuelita a comprar un remedio a la farmacia de turno.
Era de noche. Coria, el farmacéutico, me contó que,
mientras él dormía, podía viajar en el tiempo; que cuando despertaba, estaba ya
en el pasado. Él no entendía nada, quería volver al presente pero no podía. Por suerte se le
ocurrió una idea que era reparar, en el pasado, su futuro e impedir que ocurriera
la noche de su primer viaje. Así lo hizo. A la mañana siguiente, despertó y
estaba en el presente otra vez. Pero desde entonces tuvo miedo de que le
volviera a pasar.
Por eso trabaja de
noche en las farmacias de turno y le cuenta, a quien pregunta, lo que le
pasó aquella noche.
La farmacia de turno.
El tiempo no dura
siempre lo mismo. El que no me crea que se
lo pregunte a un farmacéutico de apellido Coria, que vive en Rosario. Y eso no
es todo: el presente puede empalmar, en cualquier descuido, con el pasado y, a
lo mejor, con el futuro.
En serio. Una vez sentado en la farmacia, de tan solo
que estaba, Coria se quedó dormido. Llegó el día siguiente y el
farmacéutico se despertó por los ruidos de los vehículos y de las personas que iban y venían. Ese día, Coria andaba muy nervioso, preocupado porque todo lo que había soñado que hacía en el pasado
sucedía tan cual en el presente. Sí o sí tenía que contarle lo que le
pasaba a alguien. Lo tenía que contar.
Pasó una semana, más o menos. Él se sentía muy
extraño, pensaba en el pasado y lo que hacía en el pasado, también lo hacía en
el presente. Y lo que hacía en el presente, lo hacía también en el futuro. Siempre era lo mismo.
Una tarde decidió ir
al psicólogo. El psicólogo Gustavo Quiroga le dijo que se quede tranquilo, que
era una ilusión de su mente. Le dio unas pastillas y lo
mandó a su casa, a dormir. Esa noche soñó que estaba sentado en la farmacia y,
de tan solo que estaba, se quedaba dormido.